El viajero del siglo XXI viaja cómodo y con libertad de movimientos. Visita lugares bellos sin importarle dónde pasará la noche ni cuál será su cena. Se desplaza en coche, y si es necesario duerme en él, pues lo único que le importa es que el paisaje decida su recorrido y dicte su ruta.
El viajero se deja llevar por lo que ve y más le gusta sin dejar que le influyan las convenciones, solo se mueve impulsado por la belleza del lugar.